Algunas anécdotas... algunas reflexiones...
...tal vez, demasiado pretensiosos.





domingo, 31 de enero de 2010

Capítulo III - Parte 2

Parte 2

De las vacaciones,
pero ante todo de la diferencia entre catarsis y terapia.

Las vacaciones estuvieron bien. Entre otras cosas que, sinceramente, no me interesa contar por el momento, me sirvieron para para hacer o al menos intentar un par de reflexiones.

Una cruza entre terapia y catarsis... Una definición que viene repitiéndose en este espacio y sin embargo, hoy, con las patas en el agua, siento que es el momento de parar un poco la pelota, levantar la cabeza y mirar un poco alrededor.

Ante todo y para comenzar la entrada con estilo y delicadeza me veo en la obligación de decir que me encuentro con la necesidad urgente de cagarme en cualquier definición de estos términos que no sea la propia. Debe haber algo de egoísmo, pero principalmente, no quiero permitirme enroscarme, en poner en tela de juicio todas y cada una de las cosas que digo. Por supuesto, las críticas, constructivas y de las otras, son bienvenidas y podemos seguir desarrollando el tema en otro espacio.

Entonces, supongamos por un momento que catarsis es un momento en que estallamos frente a algo o a alguien y vomitamos, durante determinado periodo de tiempo, oleadas de bilis que, a duras penas podíamos contener.

Supongamos también que la terapia es un proceso un poco mas metódico y menos compulsivo donde uno, frente a alguien, algo o frente a uno mismo, se sienta con, al menos, algo de auto control y cuenta lo que mierda sea que le pasa.

Supuesto todo esto, hasta podríamos suponer que una terapia puede llegar a funcionar como antídoto a las circunstancias que generan una catarsis o, por el contrario, la catarsis puede ser el catalizador que lleve al sujeto a decidirse por una terapia, necesaria o no y del tipo que sea.

En cualquier caso y, siempre suponiendo, la catarsis y la terapia no son hermanas ni van de la mano felices por el mundo. Teniendo en cuenta todas estas suposiciones, agarradas de los pelos en gran parte, se me ocurre hacer una división entre las entradas:

Por un lado las anécdotas/terapia. Textos autobiográficos, de ficción o mezcla de ambos. Textos que no siento la necesidad de subir acá pero que si quiero y siento que me hace bien hacerlo. Casi un hobby, digamos.

Y por el otro la catarsis/reflexiones. Pensamientos, sentimientos, sensaciones y delirios que se acumulan y sí siento la necesidad de compartir acá. Mucho mas conceptuales que las anecdóticas, mas aburridas pero, en algún sentido, mas importantes.

Por ultimo: esta decisión es retroactiva. Ahora cada entrada tiene su correspondiente etiqueta de "catarsis" o "terapia"

Pero no olvidemos, todo lo dicho anteriormente son meras suposiciones y muchas, agarradas de los pelos.

Les debo una foto para estos días. un pequeño recuerdo de Cordoba.

jueves, 21 de enero de 2010

Capìtulo III - Parte 1

Parte 1

De las vacaciones,
o de la falta de ellas.

El sábado me voy de Vacaciones. A Córdoba. Por cinco días.

Antes, En el 2008 me fui con algunos amigos de la Isla Paulino, a pasar un fin de semana. Por si alguien no lo sabe, la Isla Paulino es una isla de Berisso, no del Caribe. Eso no la hace ni mejor ni peor, simplemente la ubica mas cerca, bastante mas cerca. Llegamos a la isla el sábado a la tarde y nos fuimos el domingo a la tarde. Lindo, pero no mucho.
Antes, En el 2003 me fui cinco días a Gesell con una ex novia. Por si alguno realmente sigue lo que escribo, era la chica que no comía queso. A pesar que llovió cuatro de los cinco días que allá estuvimos, creo que la pasamos lindo. Sin queso, pero lindo.
La falta de vacaciones interesantes en este periodo mucho tiene que ver con el hecho que trabajé siete años en determinada empresa de servicios que solo daba vacaciones en verano a sus empleados cada 3 o 4 años. De mas está decir que las vacaciones que me tocaban en octubre o mayo, por ejemplo, las pasaba viendo crecer el pasto del jardín de casa.
Antes, en el periodo comprendido entre los años 1996 y 1999, me fui todos los veranos de vacaciones a diferentes lugares con un grupo de amigos que tenia en aquellas épocas.
Antes, unos pocos años antes, tuve la suerte de conocer Brasil, al menos por quince días.
Antes, de chico, solíamos hacer vacaciones familiares, generalmente a Córdoba y San Juan.
Esas vacaciones, tanto como las otras, puede que merezcan su entrada en un futuro próximo, aunque tal vez no.

No puedo decir que no me haya ido de vacaciones en mi vida, de hecho me fui y bastante. Lo que si puedo decir es que desde el año 1999 solamente me fui de vacaciones a algún lado seis días y medio, y también hace mas de diez años que no salgo de la provincia. No es algo tan grave, siempre se puede estar peor, pero para mi diez años es mucho y quiero, necesito, salir a tomar fresco un rato y meter las patas en el río como hacia de chico.

Y el sábado me voy de vacaciones. A Córdoba. Cinco días.

Bien por mi,

Nos vemos al tiro.

sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo II - Epílogo

Acróstico

S
i mis palabras se deshacen

Ante la estructura maquiavélica.

No ensayes, ni intentes

Grilletes, espasmos,

U otros ardides.

Cuerpo urgente, cuerpo disoluto

Hastío insomne.

Espera que la noche me encuentre

Sólo, en cualquier esquina.



Después. Cuando mis venas se hallan secado

Entre silencios y pretextos conocidos.



Miente un viejo amor en el sudor de tus manos.

Imagen desnuda, penumbra de sentimientos.

Grita en los rincones más profundos

Antes de perderme en los intersticios de la nada… PARA SIEMPRE!!!



Lumpen

Capítulo II - Parte 5

Parte 5

Una de Arena,
un intento fallido de echar algo de luz al asunto

ATENCIÓN: Esta entrada está directamente relacionada con la anterior. Aunque no es imprescindible su lectura previa, es recomendable.



"La verdad es que somos monstruosidades. Si pudiéramos vernos, podríamos amarnos, darnos cuenta de lo ridículos que somos, con nuestros intestinos retorcidos por los que se desliza lentamente la mierda mientras nos miramos a los ojos y decimos: 'Te amo'. Nos carbonizamos y producimos mierda, pero no nos tiramos pedos cerca del otro. "

Charles Bukowski

Ya de entrada tengo dos problemas. Por un lado, cubrirme la espalda ante la posibilidad de la aparición de un morbocultista de Bukowski que desprecie el uso que pienso darle a esta cita y, por otro, que la cita en si, en apariencia, no genera el espiritu positivo que, casi, prometí en la entrada anterior.
Puede que no genere un espiritu positivo, pero, ante todo, es un cachetazo, como para espabilar. Cachetazos de los cuales, nobleza obliga, yo necesitaria muchos y bastante seguido.


Pero vamos a lo nuestro: Decimos amor cuando en realidad nos sentimos solos. Decimos amor cuando en realidad tenemos miedo. Decimos amor cuando en realidad sentimos lastima. Amor, decimos, la cura de todos los males.
Pero a veces el amor nos da la espalda, se aleja, se quiebra, se acaba o el verbo que mas te guste. Entonces todos actuamos como si fueramos inocentes palomitas, victimas de un sistema injusto con el que nada tenemos que ver y del que, de ninguna forma, participamos. Angeles caidos en desgracia a quienes los infortunios les suceden por venganza divina.
Y ahi es cuando, como siempre, olvidamos que nos criamos en este sistema y reproducimos sus enseñanzas a la perfeccion. No somos esas inocentes palomitas, sino simplemente, alternada o simultaneamente, victimas o victimarios de nuestros semejantes. Cuando decimos amor, lamentablemente, muchas veces estamos hablando de cualquier cosa menos de eso.

Pero entonces ¿que carajo es el amor? Estoy tan lejos de saberlo como la mayoria pero, lo que si se, es que el amor no cura la amigdalitis, por ejemplo.

Mas que eso no se, pero si mi musa desesperanzadora me permitiera, al menos por un rato jugar al semidios, diria: -Ya se que no se nada, pero creo que algo se.-

Entonces:

Creo que para amar tenemos que hacernos cargo de quienes somos en realidad

Creo que para amar hay que asumirnos imperfectos, darse cuenta que tanto no duele y, desde ahi, darle para adelante.

Creo que para amar hay que buscar y encontrar o, en su defecto, construir con alguien una relación de iguales, por mas imposible que parezca y por mas imperfectos que seamos.

Creo que para amar hay que encontrar un par, alguién que, en algún punto busque lo mismo que uno. Lo que siempre tratamos de lograr, algo que tan dificil parece de hacer solo, pero que tan facil se debe poder hacer acompañado.

Creo que para amar hay que saber improvisar, creo que tampoco hay que seguir un reglamento rigido. Tambien hay que saber cuando quedarse, pero tambien cuando irse.

Creo que el amor, es ante todo, saber complementarse. Una de cal, una de arena.

Y ante todo, creo que no hay que darle bola a nada de lo que yo escriba


Fin del capítulo II



viernes, 15 de enero de 2010

Capítulo II - Parte 4

Parte 4

Algunas reflexiones con respecto a esto,
alguna autocrítica y finalmente,
una de cal.

A casi dos semanas de comenzar a construir este espacio me siento en la necesidad de hacer una pausa y reflexionar, aunque sea un poco.
Catarsis y terapia, dije en alguna de las primeras entradas... eso sigue siendo cierto aunque por momentos no pueda, o no quiera, evitar la anécdota pelotuda. Un tipo conocido dijo alguna vez que todo tiene un filo cómico y eso, casi siempre es verdad. De ahí que me escape por esas ramas.
La disposición por capítulos es algo totalmente caprichoso y, ahora lo veo, un tanto difícil de sostener. Aunque no me plantee suspenderlo y mucho menos los títulos de las entradas, reconozco que es algo que merecería una revisión. Algún día.
Este segundo capitulo, parezca o no, termino siendo sobre el amor. Juro como que me llamo Roque Antonio que no fue planeado sino que se fue dando. Pero, aunque no haya sido planeado, no me es difícil descubrir el por que de la temática.
De un tiempo hasta hoy vengo sufriendo una situación sentimental complicada que, como creo nos pasará a todos, se suma a nuestra mochila de fracasos, frustraciones y desengaños.
Esas mochilas en general son pesadas y se van cargando con el tiempo. Por eso, después de pensarlo un rato, se me ocurre probar el plan que usó cierto lazarillo, aunque con el único fin de tomarle el vino a un ciego.
Creo que si pudiera hacer un pequeño agujero en la parte inferior de esa mochila, empezaría a caer la arena, restos de viejas rocas, historias que de tan viejas no son mas que polvo.
Espero, de todo corazón, que el hoyo sea lo suficientemente pequeño para conservar lo que aún me importa y no deseo descartar. Pero eso es lo que pienso hacer.
Por eso, esta y la siguiente son las dos últimas entradas de este capítulo.
Por ahora, una de cal. Pronto una de arena.

El amor, como el resto de las relaciones humanas, no deja de ser una relación de poder. No hace falta mucho conocimiento sobre una pareja, para darse cuenta de quien lleva las riendas. Tan bien educamos estamos que, ni siquiera ahí, podemos escapar a las jerarquías que nos impusieron.
Perdemos el horizonte del compañerismo y terminamos siendo, padres, madres, hijos, hijas, perros o hasta plantas de alguien.
También miles de años de educación católica nos obligan a ser monogámicos, a buscar el amor de nuestras vidas que, arbitrariamente, es uno solo. Buscamos contra reloj algo, que alguien nos dijo, es lo mas importante del mundo. Gente grande jugando un juego de las sillas macabro, esperando que salga la bolilla esperada para cantar bingo.
La vida es una sola y hay que vivirla con alguien, aunque ese acuerdo, explicito o tácito que es la monogamia, obligue a tantos a vivir en el engaño. Aunque parezca inaceptable, la ley y la trampa conviven de la mano.
No podemos, ninguno de nosotros amar realmente, porque ante todo, no nos conocemos. Algunos creemos que somos lo que pensamos que somos; otros creemos que somos lo que queremos ser, ese Superman o Don Johnson que vimos por canal 9; y otros vivimos y actuamos según la visión de los demás. Y, si tenemos la suerte de conocernos, no nos aceptamos. Puede ser que seamos la triangulación de esas tres visiones. Yo, la verdad, no lo se.

Mundo de hipócritas, que no sentimos la vida, viviendo una farsa que sabemos a ciencia cierta que lo es.

Pero no todo es malo, así como va una de cal, va una de arena.

Una mas y termina este recorrido.

Nos vemos



miércoles, 13 de enero de 2010

Capítulo II - Parte 3

Parte 3

Sobre como perder la dignidad,
por solo 35 centavos +IVA.

-Vamos, a tu abuela no le pasaba. A tu viejo tampoco le pasaba.- Insistí. -No se si a vos te pasa, pero a mi si, me pasa mas seguido de lo que me gustaría.- Segui hablando, aunque hacía por lo menos media hora que trataba de convencer a mi poco interesada audiencia de la veracidad de mi afirmación.

-Vos fijate, tu abuela ni teléfono tenia. Si tu viejo tenía teléfono era un privilegiado. Incluso si lo tenía, eso no implicaba que la mina también tuviera uno.-
-Pensalo así: si él no tenia teléfono, tenia que irse hasta la cuarenta y uno, donde estaba el único puto teléfono publico de toda la zona-
-Si de hecho se iba hasta allá, y la mina tenia teléfono... encima las probabilidades de que lo atendiera ella eran mínimas, bien podía atender el viejo, la vieja, el hermano, la tía o un pato que hablara en griego.-
-Imaginate el cuadro: "Es para dejarle un mensaje a su hija, haga el favor de decirle que es una puta barata". Imposible.

Por décima vez el Padre Damián me miró mal, pero yo tenía demasiadas ganas de hablar de eso, curas presentes o no.

Bueno, algo de razón tiene- Dijo uno que, creo, le decían La Planta, El Felpudo o algún apodo igual de peyorativo. -Antes no había tantas comunicaciones.-

-¡Exacto!- Casi grité, entusiasmado con que alguien, al menos, me diera un pie para seguir con eso.

-Hace unos años, tenias que llamar a la casa y, o la enganchabas justo, o tenias que esperar que estuviera y, si tenias suerte, que tuviera ganas de atenderte. Y no podías llamar a las cuatro de la mañana, quedabas como un enfermo. Te la tenias que fumar toda.- sentencié. - Aunque no la tuvieras, seguía pareciendo que algo de dignidad te quedaba. Ahora ya no.

Culpa de los celulares... acotó el padre Mario, con una expresión de la que no supe diferenciar si se destacaba el cansancio o el aburrimiento.

-¡Culpa de los putos celulares!- grité.

-¿Vos te das cuenta, te das cuenta que ahora podes llamar a cualquiera a cualquier hora, total tienen teléfono personal? Lo mas probable es que ni te atiendan, pero lo podes hacer.-

-Ponele que te clavaste tres birras y es martes, tipo tres de la mañana. ¿Que haces? le mandas un mensaje de texto: puta de mierda; te quiero mucho; te extraño; morite perra; llamame; seguro no me atendés porque estas cogiendo, zorra; perdón por todo. Cualquiera de esos vale, suponiendo que no los mandas todos seguidos, en el orden que mas te gusta.-


-Y ahí lo tenés, toda la dignidad que hayas podido juntar, desaparece. ¿Sabés por cuanto?- Grité, mirando fijamente al Felpudo.

-por 35 centavos +IVA- dijeron varios a coro.

-Entonces, ¿me prestas tu celular?- Volví a pedir. -No me queda crédito. Es importante, en serio-

domingo, 10 de enero de 2010

Capítulo II - Parte 2

Parte 2

Del amor y las posesiones demoniacas.

Después de un primer fracaso bastante triste, me dio una segunda oportunidad. La verdad es que era un tiro largo, demasiado largo para mi, al menos en ese momento de mi vida.
Esa segunda cita era en una plaza céntrica de un pueblo muy conocido del estado de Wisconsin.
Nos encontramos a la tarde, a la salida de su trabajo. Nos sentamos en un banco de la plaza y ahí, juro, como que me llamo José Tiburcio, que traté de remar la situación los mas posible. Hablé del amor, de la confianza, hablé tanto sobre tantos sentimientos que creo que hasta inventé algunos.
Remé y remé mucho, siempre contracorriente. En el titánico esfuerzo que me requería armar ese andamiaje de mentiras con el único fin de caerle, realmente me costaba escuchar lo que ella hablaba, tan ocupado estaba tratando de vender humo.

Por ahí, bastante lejano, escuchaba como ella hablaba y, desesperadamente, sacaba temas absurdos con el único fin de truncar mis planes.

...porque yo de chica quería ser bailarina- Capté que decía, medio a la pasada.

-¿Vos que querías hacer de chico? me pregunto, inesperadamente.

No estaba preparado, en ningún sentido para esa pregunta. Mi mente volaba a kilómetros de distancia de un tema como ese y, lamentablemente, no pudo regresar a tiempo. Para cuando volvió yo ya había abierto la boca:

-Cortar fiambre- respondí automaticamente. -Eso quería hacer de chico.

Visto a la distancia, debe haber sido lo único, de todo lo que dije ese día, que debió haberle llamado la atención. Aunque imagino que de una forma no muy agradable. A pesar de la sinceridad absoluta de mi respuesta, sonaba demasiado a boludeo.
A partir de ese momento, creo que perdí las pocas esperanzas en que las boludeces que estaba hablando llegaran a algún lado.

Pero, en ese momento, lo cual creí un castigo divino a mi estupidez, se desató una terrible tormenta de tierra que tardó minutos en volverse un temporal. Yo, todavía creyendome con una ultima oportunidad, la invite a terminar la charla en un bar.

-Lo que podemos hacer- Dijo -es tomarnos un remís e ir para mi casa.

De golpe mi suerte había cambiado, tal vez algo de humo habia comprado, o mi obsesión por cortar fiambre la había exitado. Pero no importaba, la mina vivía sola.

Con el animo y, no solo el animo en alza, nos tomamos el auto que nos dejó en la puerta de su casa. Vivía en un PH chiquito, un solo ambiente: una mesa dos sillas y una cama, de dos plazas.

Primero puso la pava, elegí un té. Bebida de mierda, pero lo único que había. Mientras calentaba la pava, se puso a barrer. Barrió mas de 15 minutos los 4 metros cuadrados que era la casa. En ese momento, algo me indicó que todo no iba tan bien como pensaba segundos antes.

-¿Vas a barrer mucho mas? le pregunté, ya con poco animo.

-Tenés razón, disculpame- Respondió y se sentó en la otra silla.

- Te voy a ser sincera José: yo no estoy en una etapa de mi vida como para estar con nadie- Me escupió en la cara sin previo aviso.

Y juro que lo que reproduzco a continuación es verdad, tanto como que me llamo José Teodosio:

-Yo tengo un problema- continuó- Estoy poseída, por Satanás- Remató casi con un entusiasmo perturbador.

Jaque mate. Absoluto. Me sentí tan boludo como esa vez que un amigo me hizo un mate pastor.

¿Que podía responderle? Ella era una víctima de una posesión, y sinceramente con satanás no planeaba discutir.

Creo que solo le pedí que me abra la puerta. Todavía llovía bastante, hacia frió y yo con mi mejor chomba.

Al tiempo me enteré que hacia unos meses que andaba con un compañero del laburo.

Visto tanto tiempo después, hubiera avergonzado hasta al mismísimo Bobby Fischer.

(mate pastor)






viernes, 8 de enero de 2010

Capítulo II - Parte 1

Parte 1

Del amor y los sanguches de miga



Aunque cueste entenderlo, aparentemente el amor y los sanguches de miga, estas íntimamente ligados, por lo menos en mi caso.
Durante algunos años estuve, tiempo atrás, en pareja con alguien. Juntos pasamos cosas buenas y malas, entre las que terminaron predominando las malas y, lento, pero a paso firme, la relación murió. De muerte bastante natural, supongamos.
Ella era una persona normal, tan normal como cualquiera de nosotros sostendria que es en, por ejemplo, una entrevista laboral. Aunque tenia una peculiaridad que es la que, años después, me incita a compartir estas lineas. No le gustaba el queso.
Lo comía fundido, pero frío le resultaba intragable, justo en ese fino limite entre la arcada y el vomito. Aunque no es algo poco común, no deja de ser llamativo, por lo que yo, junto a su familia y otros tantos conocidos en común, intentábamos esconder quesos de diferentes tipos y sabores en cuanto plato pudiéramos presentar en una mesa. Todos desistimos algunas decenas de arcadas después.
El queso nunca fue un problema en la pareja y, con el tiempo, me fui haciendo experto en el fino arte de separar de un triple de jamón y queso, la parte del lácteo junto con el pancito que lo une.
Para el cuarto y último año, ya podía separarlos sin ni siquiera rasgar el fino pancito interior. Casi automáticamente, lograba el simple de queso. Arte auténtico.

Mucho tiempo después, después del dolor que me significó la separación de un ser muy querido se cruzó en mi vida otra persona, a la que, con el tiempo, creí querer mucho. Una historia turbulenta, donde, como quien juega un Truco sin techo, siempre estábamos dispuestos a retrucarnos el uno al otro, sin prestar demasiada atención a cuanto podíamos llegar a lastimarnos. No está de mas decir que, antes, muy poco antes del año, la relación sufrió una muerte violenta.
Esto ultimo, es algo reciente y aunque todavía tengo muchas heridas por lamerme, estoy seguro que, en algún momento, le llegará su turno en este espacio.

Dos relaciones completamente diferentes, tres personas completamente diferentes. Pero, entre la multitud de pensamientos que me atacan por las noches y tratan de impedirme el sueño, hay un pensamiento, un recuerdo recurrente, que sin falta llega a mi mente. Pasé este ultimo año preparando simples de jamón. Como todos sabemos, ni los vegetarianos, ni las vegetarianas, comen jamón.

El amor, para mi, siempre fue separar el jamón del queso. Probablemente algún iluminado pueda encontrarle una moraleja a eso. Yo no

Pero algo aprendí: el amor nunca debería mezclarse con los sanguches de miga.

Capítulo I - Epílogo

Ya no…
Ya no puedo...
Lo intenté. Te lo juro…
Pero la noche corroe mi garganta.
La maldita e insípida noche,
asfixia hasta que se pierde en el olvido.
Quisiera exorcizarla de mis venas.
Quisiera… Mirá.
Se desliza impunemente entre nosotros.
Ahí…
La ves?
Serpentea como una vieja premonición
que habla de falanges descarnadas
y putrefactos pliegues de mi cerebro.

No.
De nada sirve cerrar puertas.
Lentamente comienzo a desvanecerme.
Mis renegridas carnes se desprenden
precipitándose sobre ese fango
agusanado y nauseabundo.
Oh, que maldito placer…
Quisiera tanto pronunciar tu nombre…
Pero no…
La noche me estrangula.
Aprieta fuertemente las palabras en mi boca
hasta que mi voluntad,
se quiebra en una nada.

Después…
Sólo tu recuerdo.
-Ya no te espera-
Y vos qué? Quién sos?
-El mono llagado yace inerte, sometido-
Acaso… No. Acaso te divierte…?
-Inconciente adaptado, dientes corroidos-
Acaso los divierte? HIJOS DE PUTA!!!
- El gran dios feudal y presuntuoso,
envuelve al mono, con ropas y una dulce moral.-
MALDITOS HIJOS DE PUTA!!!
-Viejo mono vestido, sin rostro y sin Eva.
Ni sus sueños se salvaron. Viejo mono, vencido.-


Lumpen

jueves, 7 de enero de 2010

Capítulo I - Parte 3

Parte 3

Del exorcismo.
Mas Motivos
y muchos, pero muchos menos monos.

Algo compartimos con esos monos de mierda... eso es verdad. Aunque es improbable que pueda desgarrarme las ropas y salir a correr en culo por el centro sin consecuencias desagradables para todos, creo en la posibilidad de un cambio y siento la necesidad de hacer algo al respecto.

Algo difícil de explicar puede ser el por que de usar la palabra exorcismo. Opto por decir, y espero acepten como excusa, que, simplemente es una licencia poética. Una forma, burda tal vez, de intentar describir una mezcla entre una catarsis y una terapia.

Pero antes de seguir me siento obligado a hacer una aclaración: Por ahora, por este medio, hablo de un exorcismo personal. Tanto cuanto se pueda llegar a entender lo personal sin caer en lo social. Pero para hablar de sociedad, toda mi voluntad, una cerveza y yo los esperamos cualquier tarde en casa.

Una mezcla, entre catarsis y terapia. Supongo que hoy, al menos, es la función que tiene este blog.

Como todos, como tantos mas bien, pasé parte, gran parte de mi vida viendo como carajo se encaja en un mundo así. Así de horrible, digo. Hace unos años, un amigo, alto como los arboles mismos, fuerte como un roble y pijotero como el solo, me dijo un frase que, aunque no cambió mi vida, me dejó pensando un rato.
En una de nuestras tantas noches de bar y, después de escuchar mi habitual repertorio de quejas y lloriqueos, me dijo: "Escuchame una cosa, por que andás queriendo encajar como un pelotudo, en un mundo de mierda, cuando, al menos eso decís, es un mundo que querés cambiar? Algún día vas a tener que decidirte, si querés encajar o si querés romper este esquema".
Dijo muchas cosas mas, seguramente valiosas, pero, dada la hora que era, recuerdo poco y nada. Lamentablemente, no pudimos salir mucho mas, pijotero como era, nunca pagaba una birra.

Esa frase, intencionadamente o no, años después llegó a colarse en este blog (que no es mucho) y sirve de modesta antesala a esta última reflexión: Esto esta armado para quienes se sientan identificados, quienes anden de paso o quienes crean tener algo en común con lo que aca se expresa.

El resto: que arda en el infierno.

Que feo decir eso.

miércoles, 6 de enero de 2010

Capítulo I - Parte 2


Parte 2

Sobre burlas y risas,
pero tambien sobre motivos.

No es difícil imaginar la reacción, casi en cadena, ante la confesión de mi aversión hacia los monos vestidos. Meses de burlas y asquerosos coros de risotadas.
Boludos con miedo a las arañas, los sapos, las cucarachas, las escaleras mecanicas, todo unidos bajo un lema común: aplastar al de los monos vestidos. Me imagino a esos hijos de puta comprando un chimpance y tratando de ponerle medias, todo con un único fin: cagarme la vida. Ojalá les muerda la yugular, por boludos.

Aunque es la ropa, no es todo, es algo mucho mas complejo. Trajes, camisetas, pantalones cortos o largos... eso no quita el hecho de que el mono este vestido, de lo antinatural y perturbadora que es una visión así. También está el andar, casi tan normal que espanta. Esa sutil diferencia es una visión que me aterra por momentos.
También las manos, esos nudillos grotescos, gigantes. Y esos pies, la imposibilidad absoluta de usar calzado.
Creo que es lo humano, ese parecido con cualquier triste pelotudo, uno mas esperando el tren a plaza a las siete de la mañana.
Algo compartimos con esos monos de mierda,: no existe la forma de escapar de las vestiduras en las que, el mono o nosotros, jamás quisimos estar y, aunque lograramos desgarrarlas, solo nos esperaría el lacerante dolor del látigo. El látigo del amo.

Durante algún tiempo me debatí entre dos opciones: enterrar el tema en lo mas profundo, en lo mas lejano de mis pensamientos o intentar, de alguna manera, exorcisar este tormento.
No es mi intención engañar, esto no va solo de monos. Esos simios, por mas extravagantes ropas que usen, son solo un comienzo.

Esto, es un exorcismo.

Igual, ni esto es el Necronomicon ni yo soy Abdul Al-Hazred.

Bienvenidos.

Capítulo I - Parte 1

Parte 1

Donde se habla de fobias y no de muchas otras cosas.

No. No era como el resto: Era algo que, por motivos que no vale la pena perder el tiempo en explicar, no surtía el mismo efecto en la gente. Nunca generaba respeto, mucho menos comprensión. Con suerte, una tibia sonrisa era todo lo que recibía como respuesta, una despreciable mueca de compasión.
Tardé años en confesarlo y todavía maldigo el día en que, en un acceso absurdo de franqueza, lo conté por primera vez.
Prejuicios, respeto, franqueza: Temas sobre los que pasaría horas escribiendo. Pero no hoy, hoy quiero hablar de las fobias, de mi fobia.
Temor a las arañas, a las alturas, a los espacios abiertos, a tantas cosas. Nunca faltará el hijo de puta que se ría de eso, pero, a grandes rasgos, no pasa de lo común, de lo corriente.
No es mi caso, hubiera dado mi vida por tener una fobia así.
Al día de hoy no lo he encontrado. No he encontrado a ese que compartiera mi "irracional" temor. Alguien, al menos uno, que entienda lo aberrante que me resulta su sola visión. Lo terrible de pensar que , aunque sea mínima la posibilidad, pueda cruzarme un día con uno.
No existe un cuando, no existe un donde, pero se que puede suceder y vivo mi vida atento de eso.

Es un acto desesperado, un llamado de auxilio, necesito saber que no estoy solo, que alguien mas sabe, alguien mas entiende que no existe en este mundo nada mas aterrador que un mono vestido.

sábado, 2 de enero de 2010

Anexo I - Yonomás Autohijo.


... Entonces la tercera máquina avanzó hacia el centro de la gruta, saludó a los oyentes y dijo en voz electrónica, torneada y modulada:
―He aquí la historia que cuenta cómo el Gran Constructor Trurl provocó una fluctuación local con la ayuda de una cazuela vieja, y cuáles fueron las consecuencias.

»Erase una vez una Constelación llamada Calandrea; en la Constelación había una Galaxia Espiral, en esta Galaxia una Nube Negra, en la Nube cinco constelaciones séxtuples, en la quinta constelación un sol lila, muy viejo e incluso medio ciego, alrededor de este sol giraban siete planetas, el tercer planeta tenía dos lunas, y en todos estos soles, estrellas, planetas y lunas ocurrían, de acuerdo con las normas estadísticas, cantidades de cosas y cositas. En el segundo sol de la quinta constelación de la Nube Negra de la Galaxia Espiral de la Constelación de la Calandrea había un vertedero de basuras que hubiera podido estar en cualquier otro planeta o luna: muy normal, es decir, lleno de basura y toda clase de desperdicios. Aquel muladar se formó a consecuencia de un conflicto hidrogénico y nuclear entre los Aberricidas Glauberianos y los Albumenses Lilíacos, que convirtió los puentes, caminos, casas, palacios e incluso a ellos mismos en chamusquina y jirones de hojalata. El viento meteorítico llevó luego estos desperdicios al lugar de que estamos hablando. Durante siglos y siglos no ocurría ni había allí nada salvo basura. Sólo una vez, durante un terremoto, la mitad de los desperdicios que se encontraban en el fondo emergieron a la superficie y la otra mitad, la de la superficie, bajó al fondo; la cosa en sí no tenía ninguna importancia, pero preparó un fenómeno importante. He aquí lo que sucedió:

El famoso constructor Trurl, de paso por aquella región, fue deslumbrado por un cometa de cola chillona y, para ahuyentarlo, empezó a tirar por la ventana de su nave espacial las cosas que tenía al alcance de la mano. De este modo se fue al espacio cósmico un juego de ajedrez de viaje, con figuras huecas por dentro, que Trurl solía llenar de coñac; un barril de pólvora que los Varlayos de la estrella Cloreley no consiguieron inventar, y varios utensilios de cocina, entre ellos, una vieja cazuela de barro resquebrajada.
La cazuela, habiendo adquirido la velocidad acorde a las leyes de la gravitación y aumentada por la cola del cometa, dio de pleno contra la pendiente encima del vertedero; cayó más abajo en un charco, resbaló sobre el lodo, descendió entre la basura y chocó con una chapita ligeramente oxidada que bajo el impulso se enrolló sobre un trozo de alambre de cobre; entre los bordes de la chapa penetraron unos fragmentos de mica y ya hubo un condensador. El alambre rodeó la cazuela dando origen a un solenoide primitivo, y una piedra, movida por la cazuela al caerse, empujó un trozo de hierro cubierto de orín que era un imán viejo. De este movimiento nació una corriente que desplazó otras dieciséis chapas y alambres provocando la disolución de sulfuros y cloruros, cuyos átomos se adhirieron a otros átomos. Las moléculas, entremezcladas, empezaron a sentarse a horcajadas sobre otras moléculas, hasta que en medio del vertedero se hizo de todo esto un Circuito Lógico y cinco más, además de los dieciocho supletorios que nacieron allí donde la cazuela se había roto finalmente en trozos.
Aquella misma noche se arrastró fuera del muladar, junto al charco que ya se había secado, Yonamás Autohijo de este modo creado, que no tenía padre ni madre y era su propio hijo, ya que su padre era Azar y su madre, Entropía. Salió Yonamás del vertedero de basuras ignorando totalmente que la probabilidad de su existencia era del orden de uno contra cien supergigacentillores elevados a hexaptillónima potencia, de modo que se puso a andar tranquilamente hasta que llegó al charco siguiente, en el cual, gracias a que éste aún no se había secado, pudo contemplar su reflejo arrodillándose en la orilla.
Se contempló y vio en el espejo del agua su cabeza enteramente accidental, con orejas como dos barras de pan mal formadas, la izquierda sesgada y la derecha quebrada, su tronco casual y desmañado, hecho de cualquier manera con toda clase de trocitos de hojalata, cilíndrico en algunos sitios porque había rodado sobre sí mismo al salir a rastras de entre la basura, más estrecho en el centro a modo de cintura, ya que había chocado allí al tropezar con una piedra al borde del muladar. Al ver sus manos, confeccionadas con unos desechos, y sus piernas, todavía más chapuceras, las contó: tenía por pura casualidad dos manos y dos piernas, al igual que ojos; Yonamás sintió una admiración sin límites hacia sí mismo, embelesado por la esbeltez de su figura, la duplicidad de sus miembros y la redondez de su cabeza, de modo que exclamó en voz alta, extasiado:

—¡A fe mía! ¡Soy encantador e incluso perfecto, lo que implica incontestablemente la Perfección de Toda la Creación! ¡Oh, cuánta bondad debe de tener el que me ha creado!

Después echó a andar, renqueando, perdiendo sus tornillos mal ajustados ―nadie los había apretado como es debido―, y tarareando himnos en homenaje a la Armonía Preestablecida. Al séptimo paso dio un traspié porque su vista no era perfecta y se precipitó de cabeza otra vez al muladar, donde permaneció durante los 314.000 años siguientes, sin hacer otra cosa que llenarse de orín, descomponerse y sufrir una corrosión generalizada: como al caer se había dado un porrazo en la cabeza, se le hicieron unos cortocircuitos que lo mantuvieron todos aquellos años en un estado de coma profundo.

Después ocurrió que un comerciante que transportaba en su desvencijada nave un cargamento de anémonas para los Bandípodas del planeta Nogordo, se peleó con su ayudante en las cercanías del sol lila y le tiró sus zapatos a la cabeza. Un zapato rompió la ventana y voló al espacio; su órbita sufrió unas perturbaciones, ya que el cometa ―que en su día había deslumhrado a Trurl― volvía a encontrarse otra vez en el mismo sitio, de modo que el zapato, sólo ligeramente chamuscado por el frotamiento atmosférico, cayó, girando lentamente, sobre la luna, rebotó de una pendiente y dio una patada a Yonamás, tendido sobre la basura. Quiso la casualidad que el ímpetu y el ángulo de la patada fueran de tal naturaleza que, debido a las fuerzas centrífugas, las presiones de radiación y el momento magnético atómico, pusieron de nuevo en marcha el cerebro de aquel ser accidental. El fenómeno pudo tener lugar gracias a que el puntapié precipitó a Yonamás en un charco vecino, donde se le disolvieron los cloruros e ioduros, el electrolito le borboteó en la cabeza y nació en ella una corriente que se paseó por los recovecos del cerebro, hasta que Yonamás se sentó en el lodo y pensó: «¡Creo que existo!».

Sin embargo, no fue capaz de pensar ninguna otra cosa durante los dieciséis siglos siguientes, en cuyo transcurso lo regaba la lluvia, lo abollaba el granizo y le crecía la entropía, hasta que al cabo de 1.522 años, un pajarito que sobrevolaba el muladar huyendo, despavorido, de un ave rapaz, se alivió el vientre para aumentar su velocidad, y atinó a Yonamás en la frente; se produjo una excitación y un reforzamiento, y Yonamás estornudó y dijo para sus adentros:

―¡Es cierto que existo! No me cabe la menor duda. Sin embargo, he aquí una cuestión: ¿quién es el que dice "existo"? Es decir, ¿quién soy yo? ¿Cómo encontrar la respuesta? Evidentemente, si además de mí hubiera algo, cualquier cosa, que me sirviera de punto de referencia y comparación, el problema sería menos arduo; lo malo es que no hay nada, según veo, ya que no veo absolutamente nada. De modo que sólo yo existo y constituyo la propia universalidad de las posibilidades, puesto que puedo pensar lo que quiero. Sí, de acuerdo, pero ¿qué soy yo? ¿Un vacío pensante o qué?
En efecto, Yonamás ya no tenía sentidos, porque se habían estropeado y deshecho durante los siglos pasados por la implacable soberana enamorada del Caos, la despiadada Entropía. Por tanto no veía ni a la madrecharca, ni al padrelodo, ni al mundo entero; no se acordaba de lo que le había pasado, y lo único que podía hacer era pensar. Como esta actividad era la única posible para él, se dedicó plenamente a ello.
―Haría falta —se dijo— colmar el vacío que soy, para romper su insoportable monotonía. Ideemos algo. Lo ideado será una realidad, dado que sólo existen nuestros pensamientos.
Por lo visto se le subieron un poco los humos a la cabeza, ya que pensaba en sí mismo en plural.
―¿Sería posible —siguió diciéndose— que existiera algo fuera de mí? Admitamos por un momento que sí, aunque suene a inverosímil y loco. Demos a aquello el nombre de Gozmoz. ¡De modo que existe un Gozmoz, y yo dentro de él, como su parte integrante!
Aquí Yonamás interrumpió el curso de sus ideas, reflexionó y llegó a la conclusión que su hipótesis carecía de bases: no había para establecerla ni razones, ni premisas, ni argumentos, ni postulados; consideró, pues, que no era más que una mera pretensión y usurpación suya, se avergonzó mucho y se dijo:
―De lo que hay en mi exterior, si es que hay algo, no sé nada. Sin embargo, sobre lo que está en mi interior lo sé todo: basta que lo piense. ¿Y quién sino yo mismo, ¡qué diablos!, puede conocer mis pensamientos?
Y Yonamás, convencido, volvió a idear el Gozmoz, pero lo estableció esta vez dentro de su propio ser espiritual, porque le parecía que este modo de pensar era más modesto, más decente y más afín al objetivo realista que perseguía. Después empezó a llenar su Gozmoz de un sinfín de cosas pensadas. Como le faltaba aún práctica, ideó primero a los Estrépticos, que se ocupaban de destripar todas las cosas, y luego a los Fagócilos, aficionados a tragarse lo que se les ponía delante. Nada más ideados, se pelearon los Fagócilos con los Estrépticos por la tragancia, de tal modo que a Yonamás Basurero le dio un fuerte dolor de cabeza, siendo la migraña el único logro que la creación del mundo le proporcionó.
Sus ulteriores intentos creativos fueron ya más previsores: empezó por idear cuerpos esenciales, tales como un gas noble o elemento perfecto, el Calsonio, y un elemento espiritual, el Soñalio, pasando luego a multiplicar las existencias, no sin cometer errores; pero, como al cabo de unos siglos adquirió más experiencia, su Gozmoz estaba bastante bien ideado. Moraban en él varias tribus, entes, seres y fenómenos cuya vida no era desagradable, ya que las leyes que en aquel mundo regían eran muy liberales. A Yonamás no le gustaban las normas severas y los reglamentos de cuartel que implanta la Madre Naturaleza ―a la que él ni conocía ni sabía de su existencia―.
El universo yonomasiano estaba lleno de maravillosa fantasía; las mismas cosas ocurrían en él de maneras diferentes: una vez así, otra vez asá, sin ninguna razón aparente. Si alguien debía desaparecer, siempre se encontraba en el último momento un modo de evitarlo, ya que Yonamás decidió hacer caso omiso de los acontecimientos irreversibles. En sus pensamientos, la vida era buena para los Gondrales, los Calsonios ―que explotaban el Calsonio―, los Clofundros, los Benignos y los Otrincos, sin que nada cambiara durante siglos.
Al cabo de mucho tiempo a Yonamás se le desprendieron sus manos fabricadas de desechos y sus piernas chapuceadas de desperdicios; el orín coloreó las aguas del charco en torno a su figura, antaño tan arrogante, y su tronco iba hundiéndose lentamente en el limo del cenagal. Justo entonces estaba extendiendo con amor y esmero unas constelaciones nuevas en las tinieblas eternas de su conciencia que era su Gozmoz, con el empeño desinteresado de no olvidar a ningún ser creado por su pensamiento. Le dolía mucho la cabeza, pero no se daba un momento de descanso, porque sabía que era necesario para su Gozmoz y se sentía cargado de responsabilidad hacia él. Pero el orín tomó mientras tanto sus chapas externas, y el cascote del fondo de la cazuela de Trurl, que milenios atrás lo había llamado a la existencia, se le acercó lentamente, empujado por el ligero vaivén de las olas, cuando ya sólo emergía del agua su malparada cabeza.
Y ocurrió que en el preciso momento en que Yonamás había ideado a una Baucis encantadora y diáfana y a su fiel Ondragor, cuando la enamorada pareja caminaba entre los soles oscuros de su imaginación, hablándose en voz queda en medio del silencio de todos los pueblos del Gozmoz, reventó el cráneo oxidado bajo el leve choque de la cazuela, el agua penetró en las espiras de alambre de cobre y apagó los circuitos lógicos, y el Gozmoz yonomasiano se hundió en la nada, la más perfecta de las perfecciones.
»Y los que lo habían originado, nunca se han enterado de ello». *

* En "Ciberiada" de Stanislaw Lem, parte del cuento "De las tres máquinas Fabulistas del Rey Genialón".



viernes, 1 de enero de 2010

Anexo II - Soy un virus



"Conozco el dolor desde niño, cuando bajaba corriendo afiebrado hacia la costa de las aventuras y me encontraba siempre con esa cárcel de rutinas en que consiste la vida. Porque estamos aquí, en donde todo es dolor y todo nos resulta gratis, porque el sol se quema todos los díaas como un bonzo que se suicida por tristeza. En donde las sonrisas terminan siempre en puñaladas y en donde el primer pez cuando tuvo hambre se convirtió en asesino. El dolor de estar aquí, en donde los pájaros aprender a leer y escribir las leyes que prohíben volar.
Esos viejos flacos y orgullosos en el supermercado, arrastrando un carrito vacío con los ojos bajos y en silencio. Porque ellos creen que el silencio es de bravos. Esos viejos muertos de hambre, que trabajaron toda la vida y no se roban ni una uva. Esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo que no los ve, porque va pensando en el futuro. Porque éste es un mundo de jóvenes que olvidan su origen y de viejos que no recuerdan el destino.Pero si las moscas usaran corbata, si las balas cantaran blues, si el cielo sacudiera su viejo culo azul y las ventanas católicas de los edificios explotaran; igual... Igual habría un anciano babeando fantasías sobre las piernas de una muchacha. Igual habría todos esos tipos con caras de clavo sonriendo por las calles del mundo.
En una tribu de monos, en una fiesta de esclavos, en una calle de zombies, yo no soy un hombre, soy un virus en tu mente.
Un hombre solo en un cuarto regando una planta. Sufriendo porque nadie le habla o nadie lo toca y sólo le cabe recordar. O las camareras de los bares nocturnos de polleras cortas que van naufragando entre las brumas del deseo. O las conversaciones de mis amigos que antes soñaban ser héroes y ahora cobran un sueldo. Están inyectando la jeringa del miedo en las venas del mundo.
Yo tenía veinte años y siempre estaba borracho en una pieza mugrienta. Viendo reflejar mi rostro sobre las paredes del mundo. Ahora tengo casi sesenta...y nunca lo vi...
Nunca vi a un hombre encendido y llameante, un hombre que cuando levantara la mano para encender un cigarrillo yo viera en sus ojos los ojos de un tigre acechando en el viento el paso del tiempo, para matarlo. Siempre vi los ojos del miedo...Siempre vi los ojos tristes de la nostalgia...

Enrique Syms