Algunas anécdotas... algunas reflexiones...
...tal vez, demasiado pretensiosos.





viernes, 1 de enero de 2010

Anexo II - Soy un virus



"Conozco el dolor desde niño, cuando bajaba corriendo afiebrado hacia la costa de las aventuras y me encontraba siempre con esa cárcel de rutinas en que consiste la vida. Porque estamos aquí, en donde todo es dolor y todo nos resulta gratis, porque el sol se quema todos los díaas como un bonzo que se suicida por tristeza. En donde las sonrisas terminan siempre en puñaladas y en donde el primer pez cuando tuvo hambre se convirtió en asesino. El dolor de estar aquí, en donde los pájaros aprender a leer y escribir las leyes que prohíben volar.
Esos viejos flacos y orgullosos en el supermercado, arrastrando un carrito vacío con los ojos bajos y en silencio. Porque ellos creen que el silencio es de bravos. Esos viejos muertos de hambre, que trabajaron toda la vida y no se roban ni una uva. Esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo que no los ve, porque va pensando en el futuro. Porque éste es un mundo de jóvenes que olvidan su origen y de viejos que no recuerdan el destino.Pero si las moscas usaran corbata, si las balas cantaran blues, si el cielo sacudiera su viejo culo azul y las ventanas católicas de los edificios explotaran; igual... Igual habría un anciano babeando fantasías sobre las piernas de una muchacha. Igual habría todos esos tipos con caras de clavo sonriendo por las calles del mundo.
En una tribu de monos, en una fiesta de esclavos, en una calle de zombies, yo no soy un hombre, soy un virus en tu mente.
Un hombre solo en un cuarto regando una planta. Sufriendo porque nadie le habla o nadie lo toca y sólo le cabe recordar. O las camareras de los bares nocturnos de polleras cortas que van naufragando entre las brumas del deseo. O las conversaciones de mis amigos que antes soñaban ser héroes y ahora cobran un sueldo. Están inyectando la jeringa del miedo en las venas del mundo.
Yo tenía veinte años y siempre estaba borracho en una pieza mugrienta. Viendo reflejar mi rostro sobre las paredes del mundo. Ahora tengo casi sesenta...y nunca lo vi...
Nunca vi a un hombre encendido y llameante, un hombre que cuando levantara la mano para encender un cigarrillo yo viera en sus ojos los ojos de un tigre acechando en el viento el paso del tiempo, para matarlo. Siempre vi los ojos del miedo...Siempre vi los ojos tristes de la nostalgia...

Enrique Syms

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